La coexistencia entre el lobo y la ganadería extensiva se encuentra desde hace varios años en una situación de permanente enfrentamiento con posturas extremas y una fuerte polarización. Éste es posiblemente el más paradigmático de los conflictos que hay en la península ibérica alrededor de la biodiversidad y los recursos naturales, y a pesar de que se han desarrollado decenas de iniciativas a su alrededor, las posiciones de los distintos actores implicados son cada vez más distantes, los enfrentamientos más virulentos y, en definitiva, el encuentro de soluciones, cada vez más difícil. Además, percibimos que la confrontación alrededor del lobo ibérico va mucho más allá del lobo y su ecología, de los ataques al ganado doméstico, de la evolución de sus poblaciones o de la rentabilidad de la ganadería extensiva… Desde nuestro punto de vista se trata, fundamentalmente de un conflicto social, entre sectores y organizaciones, entre modelos de vida, entre creencias y posiciones; en definitiva, entre personas y grupos de personas. Y sin negar la divergencia, que existe y es legítima, parece que el camino del antagonismo y la adopción de posturas extremas y enfrentadas en dos bandos, no es una manera adecuada de solucionar el problema. Por el contrario, estamos persuadidos de que supone un claro riesgo tanto para la conservación de la especie como para la supervivencia de la ganadería extensiva y, por extensión, de un mundo rural vivo.
Así las cosas, desde la Fundación Entretantos, una organización dedicada fundamentalmente a impulsar procesos de participación social, nos propusimos hace ya dos años, abordar este conflicto desde una perspectiva diferente, adoptando el camino de la mediación social. Ésta se apoya, a su vez, en el uso de herramientas colaborativas y de diálogo dirigidas a facilitar un acercamiento entre las diferentes posturas que forman parte del conflicto. Para ello, pusimos en marcha lo que hemos llamado una Iniciativa Social de Mediación. Nuestra idea siempre ha sido, primero preguntar y hablar con la gente implicada y luego tratar de establecer un terreno de juego en el que se pudiera plantear esto mismo, pero a gran escala: preguntar y hablar mucho entre las partes en conflicto y tratar de llegar a acuerdos, en un entorno de respeto y diálogo. Y para no empezar a lo tonto estuvimos varios meses tratando de hacernos una idea de la situación, haciendo entrevistas, reuniones, análisis de discursos y de opinión, etc. y escuchando atentamente a las diferentes personas y organizaciones implicadas en varias de las zonas más conflictivas.
La Iniciativa Social de Mediación que hemos puesto en marcha parte de un convencimiento, una necesidad y una premisa: el convencimiento de que ninguna solución a este conflicto va a ser efectiva sin un acuerdo social basado en el diálogo, la necesidad de que las partes acuerden iniciar y potenciar este diálogo y la premisa de que para avanzar y proponer soluciones resulta imprescindible caracterizar y conocer en profundidad ‘los conflictos’ alrededor del lobo.
Fruto de todo este trabajo propusimos la constitución y desarrollo de un grupo de reflexión de ámbito nacional, el Grupo Campo Grande (por el gran parque urbano de Valladolid donde nos hemos estado reuniendo desde el principio), compuesto por personas de diferentes ámbitos y entidades relacionadas con el conflicto desde sus diferentes posturas y enfoques. Y este grupo se encontró con el encargo, ahí es nada, de analizar la situación actual de los conflictos entre la conservación del lobo ibérico y la ganadería extensiva, así como de ir proponiendo líneas de trabajo e iniciativas de coexistencia desde una perspectiva de colaboración, respeto y entendimiento entre los participantes. La Fundación Entretantos invitó, en un principio, a un grupo de veinticinco personas procedentes de diferentes ámbitos y entidades (varias de ellas con lazos estrechos con la propia Plataforma por la Ganadería Extensiva y el Pastoralismo), con mucha experiencia y conocimiento en todos los temas relacionados con el lobo, la ganadería extensiva, la conservación y el desarrollo rural, con idea de abordar, desde lo social, nuevas vías de solución al conflicto.
Y ya os imagináis, el grupo comenzó a funcionar, hace ya más de un año, con un poco de apoyo dinamizador por nuestra parte, pero de forma autónoma en sus planteamientos y decisiones. El propio grupo decidió que quería convertirse en algo estable y comprometido, de nivel técnico elevado, empático y sensible con la realidad de las personas que conviven día a día con el conflicto, y que querían analizar, debatir, reflexionar y, sobre todo, poner en marcha propuestas y soluciones viables. Los participantes en esta iniciativa mantienen una postura generosa, a menudo difícil y valiente, saliendo de sus zonas de confort personal e incluso de la línea de sus organizaciones, y apostando por un enfoque alternativo. Esta actitud, ha permitido crear el caldo de cultivo adecuado para buscar acuerdos que satisfagan, al menos parcialmente, las aspiraciones de las diferentes partes involucradas. Y este es el objetivo a largo plazo: lograr acuerdos útiles y solventes que avancen hacia la compatibilidad entre la ganadería extensiva y las poblaciones silvestres de lobo. Y dejando de lado ideas preconcebidas, más allá del respeto a todas las personas implicadas (lo mismo profesionales de la ganadería, del turismo, de la gestión del medio o de la conservación de la naturaleza) y desde el rigor científico y el compromiso personal. Porque se trata, sobre todo, de personas comprometidas, algunas de ellas desde organizaciones potentes; y como sabemos que el papel de las diferentes organizaciones es clave para la resolución del conflicto, también se trabaja para acercarse a ellas y facilitar y amparar el diálogo, la negociación y el acuerdo.
El trabajo realizado a lo largo de estos dos años ha sido intenso, y la hoja de ruta es amplia. Algunas de las tareas actualmente en desarrollo y más o menos avanzadas incluyen el diseño de un mapa de actores (es decir, dibujar quién es quién y qué papel tiene en el conflicto), un análisis de discursos (qué es lo que dice cada uno y porqué lo dice de esa manera), así como una amplia catalogación de estereotipos (esas ideas que todos y todas repetimos y que nadie se ha parado a plantearse si son o no verdad), así como las líneas rojas y los puntos de bloqueo (esos temas que cuando aparecen en la mesa se termina el diálogo y empieza la bronca) desde la perspectiva de la conflictividad social que genera este tema. Así, con este gran dibujo, el Grupo Campo Grande está ahora centrando sus esfuerzos en desmontar mitos, analizar las buenas prácticas ya existentes en diferentes territorios, idear y acordar propuestas y soluciones imaginativas que satisfagan a los diferentes sectores afectados y buscar qué puntos en común existen, esforzándose en ponerlos de relieve para acercar los discursos, generar nuevos lenguajes y facilitar la surgencia de propuestas de consenso.
El futuro del grupo también lo marca su propia dinámica y sus participantes, pero ahora nos encontramos en fase de salida del cascarón, de crecimiento, de incorporar más voces comprometidas en buscar soluciones, más allá de quejas, acusaciones y denuncias vacías. Nuestra idea es dirigirnos a la administración, con propuestas bien armadas técnicamente y consensuadas socialmente, para avanzar hacia soluciones de verdad.